Y Odin dijo: Un lobo que duerme no obtendrá su alimento y una batalla no se gana descansando.

miércoles, 27 de abril de 2011

Inmortalidad.


Suponer... ¿Qué mejor manera de empezar un texto cómo este?
Supongamos que yo, como Borges, también tengo otro yo, ese otro que puede ser inmortal, puede perdurar a traves de siglos, de eras, de pensamientos, ese otro yo que vive en el lenguaje y es lenguaje.
Y no seré yo, el que no es lenguaje, quien sea recordado. Si es que alguna ves lo llego a ser.

Ya que empecé suponiendo, continuaré haciendolo un poco más.
Talvez ahora más que suponer, imaginaré, y le pediré a usted, lector, que lo haga conmigo.
Imagine, imagine que nuestro mundo, nuestra vida, nuestro todo es como el Ajedrez, como el Ajedrez de Borges. Imagine al universo, cosmos o en lo que usted crea que estamos parados como una eterna (pero no infinita) secuencia de tableros, en la cual, usted controla a las piezas, pero a la vez es controlado por algo o alguien más que lo trata a usted como una simple ficha de este juego. Sólo piense en eso, imagine que usted, al igual que las piezas que usted cree controlar, también es controlado, bien sea por ese ente que llamamos destino o por algo superior o simplemente más grande que usted, como algún dios o ser superior.

Desaparecer... ¿No todos lo haremos en algún momento?
Esto último no es una suposición, támpoco algo que yo imagine o le pida a usted que lo haga. No, esto es una afirmación, y talvez de las pocas (si no la única) verdad absoluta.
Llegará el momento, talvez por muchos temido, en el que esa parte, ese ser que no es el inmortal, quede en el olvido.
Será en ese momento, cuando el tiempo lo haya deborado y la tierra ya lo haya consumido, que seré, totalmente olvidado.
Ya cuando esto haya sucedido, ya cuando no me recuerden a mi, ahí, en ese momento, dejaré de existir. Nada somos si no nos imaginan, nuestra existencia es solo el reflejo de un vago pensamiento.

Ya cuando todo esto haya sucedido, mi otro yo seguirá ahi. Ese que por medio de tintas y papiros alcanzó la inmortalidad.
Él, o ese (¿o yo?), supo mejor que esa parte de mi que ahora yace en un hoyo el saber vivir.

Sé que no podré luchar jamás contra ese ser inmortal.




Algunas veces me pregunto ¿Realmente fuí yo quien creó a ese otro yo que sabe (o almenos intenta) alcanzar la inmortalidad? ¿O es que acaso es él quien me ha creado a mi.

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